En 1975, la empresa Alfa decide construir unas nuevas instalaciones para su planta de microfusión. Hasta entonces, este proceso se había realizado en la fábrica de máquinas de coser que la firma tenía en San Andrés, donde en 1953 se había creado la primera planta de microfusión del estado.
En la década de 1970 esta actividad había adquirido tal importancia que la gerencia consideró necesaria la creación de una entidad independiente que, sin desvincularse de la histórica cooperativa, ampliara su producción hacia nuevos sectores. Así, la nueva planta no se dedicaría únicamente a la fabricación de componentes para máquinas de coser Alfa, sino que reorientaría y diversificaría sus actividades, aprovechando un puntero proceso productivo que permitía la creación de piezas para automoción, bienes de equipo e, incluso, obras de arte.
Desde esta perspectiva, la nueva planta de Alfa Microfusión se concibe en 1975 como un edificio representativo que, con una imagen atrevida y dinámica, se convierta en el buque insignia de los pioneros sistemas de producción que incorporaba. La representatividad del inmueble, por tanto, determina su aspecto arquitectónico, pero también su ubicación, en Otaola hiribidea, en un solar bien visible desde el acceso a Eibar desde Bilbao y cerca de empresas emblemáticas para la villa, como la fábrica de armas de Bonifacio Echeverría, la Star.
El nuevo edificio, encargado en 1975 al arquitecto Miguel Ángel Lazpita, se rodea de un pequeño jardín, elemento de carácter urbano que subraya sus líneas arquitectónicas, y se constituye en un todo homogéneo resuelto a partir de tres cuerpos diferenciados, dedicados a edificio de oficinas, edificio de servicios y edificio de fabricación. Estos tres cuerpos se comunican mediante un corredor cubierto que facilita el desplazamiento del personal por la fábrica, sin interferir en el trabajo desarrollado en cada zona. El bloque de oficinas, resuelto mediante muro-cortina quebrado, de perfil dinámico, coronado por remate metálico poligonal, cierra el edificio en su parte más visible. Ahí cobra protagonismo la gran caja de escalera acristalada, de marcada monumentalidad, con un diseño vanguardista y un cuidado tratamiento; no en vano este cuerpo es la primera impresión que recibe el automovilista que recorre Otaola hiribidea. El muro se desintegra en favor de la superficie acristalada: un enorme escaparate o galería de perfil zigzagueante que se quiebra en multitud de vértices a modo de engranaje, reinterpretación contemporánea de los muros-cortina que se habían convertido desde los años veinte en punta de lanza de la arquitectura fabril inspirada por el Movimiento Moderno. Esta evocación de la arquitectura futurista y expresionista se contrarresta con una potente escalera helicoidal de hormigón armado, visible precisamente gracias a la ausencia de muro, que asciende dejando a la vista el tránsito del personal, en una nueva reinvención del concepto de arquitectura maquinista. La soberbia fachada acristalada se convierte en carta de presentación de la planta: este cuerpo de oficinas albergaba también la zona de exposición de los productos obtenidos en la microfusión, de máquinas de coser a esculturas artísticas. El edificio se convierte, así, en una magnífica simbiosis entre los recursos tradicionales de la construcción fabril y la innovación formal que caracterizó la arquitectura en la década de 1970.
Años después, en 1992, la empresa decide desarrollar la línea de producción de esculturas artísticas, un sector del mercado poco explotado en aquel entonces, y amplía sus instalaciones en la parte del solar más alejado de Otaola, precisamente en el lugar que había ocupado la histórica armería Star, se construyeron los nuevos talleres de Alfa Arte, hoy Materi Art donde se trabaja en la elaboración de esculturas públicas, proyectos complejos de grandes dimensiones que requieren un conocimiento específico, muy superior al de la elaboración de productos estandarizados. Se pone así al servicio de los artistas una tecnología industrial que la empresa desarrollaba desde décadas antes, una fuente de conocimientos del Ámbito industrial aplicado a la creación artística.
Alfa Arte surgió de una crisis económica, cuando la coyuntura y cambios internos en Alfa obligaron a la dirección a replantearse la estrategia eminentemente industrial llevada a cabo hasta ese momento. El nuevo accionariado del grupo realizó entonces un análisis profundo sobre los conocimientos, productos y mercados del grupo, para concluir que existe un saber hacer importante sobre el metal y el proceso de fundición. Otro factor decisivo que confluyó en esta situación es la existencia de una pequeña fundición en Azkoitia que trabajaba de manera aislada para los principales escultores del País Vasco, como Oteiza o Basterretxea.
Sin embargo, las primeras iniciativas emprendidas en el Ámbito de colaboración con talleres artesanales, y lineas de productos de regalo, no lograron el éxito suficiente y a partir del año 2000 la dirección decide realizar nuevas inversiones con el claro objetivo de apostar por el nuevo enfoque: realizar esculturas grandes y en su mayoría para el espacio público. La decisión se basó en el análisis de la situación, el conocimiento del entorno y una apuesta estratégica.
Otro hito clave en la historia de la empresa se da en el año 2007 cuando, a partir de una nueva reconsideración de su estrategia, se tomó la decisión de definir a Alfa Arte como una empresa de servicios más allá de la actividad industrial como fabricantes de productos llevando a cabo "un proceso industrial a medida, casi artesanal, apostando por la adaptabilidad y flexibilidad y modelando la materia industrial para facilitar el proceso de creación artística.
Anemona Studioa, 2015, Eibar www.anemonastudioa.com
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