La historia de este edificio industrial que fue encargado por la firma OJMAR (Ojanguren y Marcaide) en el barrio Arane resume, en lo esencial, la historia de Eibar y su industria armera.
La empresa surge en 1917, coincidiendo con el aÃÂÃÂÃÂÃÂÃÂÃÂÃÂño en que los talleres armeros eibarreses alcanzaron sus mayores cotas de producción, favorecidos por la neutralidad espaÃÂÃÂÃÂÃÂÃÂÃÂÃÂñola durante la I Guerra Mundial. Es entonces cuando Francisco Ojanguren, que había sido trabajador en la armería de Gárate, Anitua y C.Í.A. (GAC), se asocia con los hermanos Domingo y Basilio Marcaide y funda OJMAR, dedicada a la fabricación de pistolas automáticas, marca Benemérita.
Como muchos otros talleres, se establecieron en pleno centro urbano de Eibar, en el patio de una casa de viviendas de la calle Dos de Mayo (hoy Toribio Etxeberria), a escasos metros de la plaza Untzaga y el ayuntamiento de la villa. Allí, en una sencilla construcción de madera, fabricaron sus revólveres, actividad a la que se dedicó la empresa hasta 1939. Durante las décadas de 1940 y 1950 ampliaron su producción, introduciendo carabinas de aire comprimido. El crecimiento de la empresa dio lugar a una mayor necesidad de espacio, y en 1957 se trasladaron a unas nuevas instalaciones en la calle Arane proyectadas por el arquitecto Ramón Martiarena. Aquí reorientaría OJMAR su producción hacia la fabricación de artículos de cerrajería, actividad a la que sigue dedicándose, en el polígono Lerun de Elgoibar.
En 1998 el edificio fue ocupado por Industrias Pampo para la fabricación de muelles y buen ejemplo de la reutilización de edificios industriales en Eibar.
Este edificio fabril es uno de los más singulares de la villa, por su estructura perfectamente adaptada al terreno en pendiente. Para ello, Martiarena concibió una audaz solución arquitectónica, basada en una estructura de hormigón armado distribuida en cuatro alturas y cerrada con dos fachadas curvas de gran expresividad. Su arquitectura, muy cuidada, presenta concesiones a un cierto decorativismo, poco habitual en las construcciones industriales de la segunda mitad del siglo XX, especialmente en cuanto al uso de materiales, alejado de la economía constructiva que les es propia.
El inmueble se singulariza por el efecto plástico de su fachada, las texturas contrastadas entre el muro liso y el zócalo pétreo, la expresividad de la puerta en ángulo y su pureza de líneas, y todo ello en un edificio de gran fuerza visual, rematado en una cubierta plana practicable a modo de terraza, recurso muy empleado en Eibar, ya que permite futuras ampliaciones verticales. Esta plasticidad se refuerza en el tratamiento de los vanos en los dos chaflanes curvos: en el posterior se sitúan dos ventanales en cada piso, adaptados a la curvatura de la fachada, coincidiendo el eje de simetría con el punto de mayor curva del chaflán; por el contrario, en el frente principal cada piso cuenta con un único ventanal, con su centro coincidente con el punto de mayor curvatura del lienzo. Estos vanos aparecen seccionados por seis fajas verticales de hormigón, que recorren todo el desarrollo vertical del inmueble, desde la cornisa a la marquesina que cubre el acceso principal, un recurso que permite evitar la excesiva monotonía de la fachada y otorga un fuerte valor expresivo a las ventanas, elementos de por sí funcionales que responden a la necesidad de dotar a toda la planta de luz natural. De este modo, Martiarena resuelve el interior mediante plantas diáfanas, jalonadas únicamente por los pilares de hormigón de la estructura. Una racional comunicación entre pisos, a partir de escaleras y montacargas, terminan de definir este inmueble como una arquitectura de gran calidad, además de responder perfectamente a las necesidades de la industria eibarresa: amplios espacios de producción ocupando el menor suelo posible. En definitiva, una estructura netamente urbana con marcada personalidad, fruto de su plástica fabril, y con un enorme potencial de reutilización.
Anemona Studioa, 2015, Eibar www.anemonastudioa.com
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