ARQUITECTO: Raimundo Alberdi Abaunz 1939

En 1905 Manuel Barrenechea, Bernardo Olañeta y Vicente Juaristi fundan en Eibar la empresa Barrenechea, Olañeta y Juaristi, que sería conocida por sus siglas, BOJ.

Inicialmente se asentaron en la calle Jardiñeta, apartados del centro urbano, en un taller en el que se dedicaron a la fabricación de plantillas para los armeros y damasquinadores, así como herramientas para veterinarios, un producto que, hoy, parece sorprendente en el contexto de la villa armera, pero que es buena muestra de la búsqueda de nuevos mercados a partir del conocimiento técnico de la metalurgia, característica que, desde siempre, ha caracterizado a la industria eibarresa.

Terminada la guerra civil, en 1937, los empresarios decidieron construir unos nuevos talleres, cambiando su ubicación a la zona de Matsaria, un barrio que, precisamente en esa época, estaba convirtiéndose en área de expansión de la industria. Allí, continuaron con la producción que desde sus orígenes había caracterizado a la empresa, pero empezaron también a fabricar pequeños utensilios domésticos, algunos de los cuales han llegado a tener gran implantación y reconocido prestigio: es el caso de las tortugas-pisapapeles y, sobre todo, de sus famosos sacacorchos. Entre ellos, destaca el sacacorchos de doble palanca modelo 502E, conocido como “ sacacorchos búho“, un objeto diseñado por David Olañeta que la firma había patentado en 1932 y que supuso un gran éxito comercial.

El sacacorchos BOJ es uno de los muchos objetos con los que la industria buscó una salida en los primeros años del siglo XX, cuando la fabricación de armas, que había sido la actividad principal de la villa de Eibar desde la Edad Media, entra en crisis. El ingenio de los armeros eibarreses se hace entonces patente, y se vive una auténtica efervescencia de creación: los objetos de ferretería, como el sacacorchos y los pisapapeles, se convierten en el mejor símbolo de la iniciativa de esta empresa. Barrenechea, Olañeta y Juaristi se especializan a partir de ese momento en sacacorchos, máquinas de afeitar, cerraduras y abrelatas, y ésta será la producción que ocupe sus nuevos talleres de Matsaria.

Este singular edificio, que se ha convertido en todo un símbolo de la firma, y que la empresa ha reproducido durante décadas en sus membretes y diseños comerciales, fue construido en 1939, según proyecto del arquitecto Raimundo Alberdi Abaunz, uno de los artífices de la reconstrucción de Eibar tras la guerra civil, y responsable en gran medida de la imagen actual de la villa. éste de BOJ es un inmueble funcional, construido con estructura de hormigón armado, un material versátil que permite resolver el edificio con planta rectangular y cubierta aterrazada con estanque de agua, previendo futuros crecimientos en altura.

Como la mayoría de las construcciones industriales y fabriles de este periodo, su apariencia exterior es sobria, austera, sin concesiones decorativas. Y, sin embargo, ello no quiere decir que se trate de un edificio anodino, inespecífico y falto de personalidad. El mérito de Alberdi es, precisamente, lograr conjugar la economía de medios con la imagen de empresa, creando una fábrica que se adapta al perfil de la calle, con una singular fachada curva que alberga, a modo de torre central, la caja de escalera. En este cuerpo, que se convierte en eje visual del edificio, se abren dos ventanas circulares, a modo de círculos, que contrastan en sus formas con el vano vertical que recorre todo este cuerpo, permitiendo la iluminación de la escalera interior, y con los amplios ventanales acristalados de eje horizontal que se abren en los muros de los cuerpos adyacentes. Todo ello logra imprimir ritmo a la fachada, huyendo de la monotonía y la excesiva regularidad, y dando lugar a uno de los ejemplos más sobresalientes de la arquitectura industrial de Eibar, de Gipuzkoa y del País Vasco, un inmueble que la empresa quiso convertir en el mejor símbolo de la modernidad y calidad de sus productos.