La maquinaria de la Casa Taller Zamacola
La Casa-Taller Zamacola, ubicada en la avenida Otaola de Eibar y a orillas del río Ego, fue declarada Monumento, en 2015, debido a sus importantes valores patrimoniales. Estamos ante el único taller industrial completo que se conserva en la villa de Eibar y constituye un buen ejemplo del proceso de barrenado industrial. Conserva, además, in situ, la maquinaria cuya distribución en el interior del taller, atiende a criterios funcionales y del proceso productivo que allí tenía lugar.
Se orientó desde sus orígenes a la fabricación industrial de cañones de escopeta, actividad ésta en la que el forjado y barrenado de los cañones era fundamental. Felipe Zamacola Aguirre (1860-1913) fue quien compró el terreno donde en la actualidad se levanta la casa- taller. Con posterioridad, su hijo, Pablo Zamacola Uriarte (1882-1936) fundó la firma Pablo Zamacola e hijos, en la que se integraron sus cinco hijos: Juan, Silvestre, Pablo, Francisco y Cándido. Fallecido Pablo Zamacola y su hijo Cándido durante la guerra civil, sus otros hermanos se mantuvieron en la industria armera como fabricantes de escopetas, con la razón social de Zamacola Hermanos que comercializaba su producción bajo la marca JABALÍ. Esta marca fue adquirida a una firma de Barcelona, con la patente alemana E. Schilling y C.ª Tras un intento de mantenerse en el mercado, gracias a la oferta de fabricación de un modelo de escopeta semi-automática, la firma cerró su taller en el año 1982, coincidiendo con la crisis de la industria armera.
La fecha de construcción de la mayoría de las máquinas que se conservan en el taller es anterior a 1933. La energía era hidráulica y el salto proporcionaba la fuerza necesaria para mover las máquinas a través de un complejo e ingenioso sistema de embarrados y poleas, bien conservado. Más adelante, en la década de los años 50 se instaló un motor eléctrico que accionaba todas las máquinas. En el taller se conservan en buen estado escariadores, calibradoras, tornos, barrenadoras, máquinas de torneado exterior y enderezadoras, además de las herramientas necesarias para acometer el trabajo.
Máquina para el calibrado interior de cañones previamente perforados
Su función es calibrar a un diámetro exacto el interior del cañón, una vez que ha sido perforado. Esta labor se efectúa por medio de una herramienta denominada escariador provisto de tres o cuatro dientes insertada en un mango consistente en una varilla metálica de diámetro menor. El escariador es el que gira, el cañón avanza contra el escariador y va introduciéndose en el orificio del cañón por el lado de la boca de salida. Como consecuencia de los movimientos de giro y avance los dientes de la herramienta van cortando el material del interior del cañón dejándolo al diámetro requerido.
La máquina consiste en una bancada horizontal de una sola pieza, de fundición de acero, montada sobre dos conjuntos de patas atornillados a ella. En el lado derecho de la bancada dispone de un carro, también fundido, que se desliza sobre la bancada sobre guías triangulares, en el que existen dos soportes sobre los que se fija el cañón a calibrar, en uno de ellos el cañón está simplemente apoyado, en el otro existe una mordaza en forma de puente que sujeta el cañón por medio de un tornillo. Este carro de desplaza manualmente a lo largo de la bancada en movimientos de avance y retroceso, accionando un volante que actúa sobre un piñón y una cremallera fijada bajo el carro.
Enderezadora de cañones
La operación de barrenado o taladrado de gran profundidad originaba orificios en el interior del cañón no perfectamente rectos. Esto era debido a que se taladraba simultáneamente por ambos extremos por lo que era difícil conseguir un encuentro perfectamente concéntrico de los dos extremos, así mismo la barrena era una herramienta de muy poca rigidez debido a su larga longitud por lo que se producían desviaciones del eje durante el taladrado. Lo anteriormente expuesto se corregía enderezando el cañón, o más bien el interior del cañón tratando de conseguir un ánima perfectamente recta a todo lo largo. Con este objeto se desarrolló el dispositivo denominado la enderezadora de cañones. El trabajo era completamente manual y requería habilidad y oficio. El dispositivo, necesitaba luz natural y estaba montado sobre una columna de altura regulable, hasta cerca de los 2m si era necesario, el cañón quedaba inclinado para recibir la luz solar por uno de los orificios. El trabajador observaba por su interior y percibía la curvatura del cañón por medio de las sombras que se originaban en forma de círculos no concéntricos. Con el volante manual daba golpes e iba enderezándolo al mismo tiempo que, con la otra mano, iba cambiando la posición del propio cañón hasta conseguir que todas las sombras fueran concéntricas, lo que denotaba la perfecta rectitud del orificio central.