Máquina de escribir Amaya
En el siglo XIX el trabajo de oficina ya era común pero todos los documentos seguían escribiéndose a mano lo cual retrasaba enormemente el trabajo. En aquella época hubo muchos intentos para desarrollar un modo automático de escribir, sin embargo las máquinas de escribir no se comercializaron hasta la década de 1870. La primera empresa en hacerlo fue la conocida marca estadounidense Remington.
Hacia 1920 las máquinas de escribir superaron las dificultades iniciales y alcanzaron un diseño estándar. A pesar de que había diferencias de un modelo a otro, más o menos todas la máquinas empleaban el siguiente mecanismo: cada tecla estaba unida a un tipo que tenía el correspondiente carácter en relieve en su otro extremo. Al presionar una tecla, el tipo golpeaba una cinta entintada extendida frente a un cilindro que sujetaba el papel y se movía hacia adelante y hacia atrás. Así es como los caracteres quedaban marcados en el papel.
En cuanto a España, las máquinas de escribir llegaron en la década de 1920 y alcanzaron su momento de mayor fama en los 70. A pesar de que la marca más conocida fue Hispano-Olivetti, en Eibar también se fabricaron: por ejemplo, la empresa Imperial Española S.A. situada en la calle Bilbao produjo el modelo Patria que presentó en 1947. Este modelo, inspirado en otra máquina suiza, pasó a llamarse Amaya con los años. He ahí el origen de la pieza de este mes.
Esta pieza llegó al museo en 2009 gracias a un donativo de Mateo Guilabert Lopetegi y está en muy buenas condiciones. Al ser portátil viene con su maletín de plástico que tiene un asa en la parte superior para poder transportarla. La máquina en sí es de metal y plástico, gris con detalles azules. En la parte delantera podemos ver el nombre de la marca con dos alas a los lados. El teclado tiene números y símbolos.
Como curiosidad, en la parte izquierda del teclado la máquina tiene una palanca para elegir el color de la tinta (azul o rojo). Gracias a una patente de invención del año 1960, sabemos que esa palanca la inventó Pedro de Arieta-Arunabeña y Ruiz y que al menos durante 20 años Imperial Española S.A. tuvo el permiso para utilizarla. Al parecer, antes de este invento la palanca para el cambio de color se situaba muy cerca del segmento lo que dificultaba su utilización. Gracias a la nueva ubicación, cambiar de color se convirtió en algo más fácil y rápido. Además, gracias a ese dato también podemos decir con total seguridad que la pieza que tenemos entre manos es de los años 60 o 70 y que por lo tanto, no es el primer modelo Amaya producido por la marca.
En este mundo actual tan lleno de ordenadores no está mal echar la vista atrás de vez en cuando y recordar cómo eran las cosas no hace tanto tiempo.