Ánfora damasquinada por Pablo Sarasua

Inicios siglo XX. Pieza del mes
La primera pieza que hemos elegido es un ánfora damasquinada. Las ánforas son recipientes que se utilizan desde la época de los antiguos romanos, y se caracterizan por su largo cuello y sus dos asas de sujeción. Han tenido múltiples utilidades a lo largo de la historia pero su uso más conocido es el de guardar vino u aceite.
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Sin embargo, el reducido tamaño de nuestra pieza (33 centímetros de altura) y el material empleado para su construcción nos llevan a deducir que fue concebida a modo de adorno. Aunque lo más habitual es que las ánforas sean de cerámica la que tenemos entre manos es de hierro dado que el damasquinado solo se puede realizar sobre acero o hierro.

El damasquinado es una técnica que consiste en realizar dibujos muy finos utilizando hilos de oro o plata y en Eibar empezó a utilizarse y renovarse en el siglo XIX gracias a Eusebio Zuloaga. Con el tiempo se convirtió en la técnica más famosa y apreciada de la villa, especialmente a modo de decoración para las armas. Cuando el hijo de Eusebio, Placido, mejoró la técnica e introdujo la ralladura (que consiste en preparar el metal antes de introducir el hilo rayándolo en tres direcciones) el damasquinado se extendió a otro tipo de objetos como es el caso de esta pieza.

Pablo Sarasua (Eibar 1885-1969) damasquinó esta ánfora alrededor del año 1948. Pablo Sarasua es uno de los grandes damasquinadores que ha dado Eibar. Destacó especialmente en la técnica del sombreado que es la que que dota de vida a las figuras damasquinadas y que se puede apreciar especialmente en las bellas figuras animales del ánfora. Al fin y al cabo, tenemos que tener en cuenta que el oficio y la habilidad le venían a Pablo de familia ya que su padre fue Donato Sarasua, uno de los aprendices de Placido Zuloaga y el creador del taller de damasquinado Sarasua etxea ubicada en la calle del Rabal.

Esta pieza llego al museo en 2014 de la mano de Joseba Sarasua (hijo de Pablo). Asimismo, también donó varios utensilios que su padre utilizaba para su labor. Ese mismo año María Asun Nogues restauró el ánfora para conseguir que mantuviese durante muchos años su antiguo esplendor.